Punto Y Coma (Part II)
Volví a estar consciente, ya no me dolía nada pero seguía sin conseguir hacer reaccionar mis músculos. El estridente pitido continuaba ahí, ahora a un ritmo más lento. (¿Podría ser que estuviese conectado a mí?) Eso significaría que... (Espera...) Oía algo más, murmullos, no estaba solo. Tenía que descubrir de quien se trataba, abrir los ojos, (¿pero y la luz? ¡Duele!). No importaba, me enfrenté a ella. Después del destello inicial aparecieron un par de tubos de neón. Su luz, que no era la de ningún túnel, hizo aparecer ante mí una habitación blanca y muy brillante. (Ésta no es mi habitación, aquí no me acosté yo anoche). De la nada apareció un rostro, una expresión sorprendida, extrañada y a la vez le brotaba una pizca de emoción y alegría contenida. Era joven, (¿quién es?). Igual de rápido que apareció, desapareció. Eché un vistazo a la habitación, sin duda me encontraba en un hospital y volvía a estar solo. Fue todo tan fugaz que hasta dudé que ese rostro fuese real. Seguía el pitido y ahora veía que venía de una máquina conectada a mí pecho, una de tantas. Varios pares de cables y tubos salían de mi cuerpo y se perdían por debajo de la cama. (¿Qué hacía yo en un hospital? Si anoche me acosté en casa, ¡en mi cama!). Esta pregunta rondaba por mi cabeza cuando por la puerta apareció un médico seguido del rostro de antes ahora unido al resto del cuerpo. Aquel nuevo rostro, el médico, empezó a toquetear todas las máquinas que me rodeaban. No se estaba quieto un segundo, arriba y abajo mientras murmuraba para si mismo cosas del estilo de (Esto no tiene sentido. Esto no debería pasar). Cuando por fin se detuvo, se me quedó mirando fijamente, sin parpadear, él no decía nada y yo era incapaz de hablar. Aún no sabría decir quien de los dos aparentaba estar más sorprendido. De punto formuló una larga lista de preguntas, no se como se pensaba que iba a poder contestarlas. Al percatarse de mis largos silencios se dio cuenta, al fin, de mi pequeño problema con el habla. Muy hábilmente me explicó que nos comunicaríamos a través de mis parpadeos, aunque él seguía sin hacerlo, de eso yo sí que era capaz. Con este sistema le hice saber que a pesar de que no podía hablar ni moverme, nada me dolía y me sentía estupendamente. Saciada su curiosidad se dirigió hacia el umbral de la puerta, mientras lo hacía me dijo que habían contactado con mis padres, estaban de camino. (¡Aleluya!) Me alegré, (alguien que me podrá dar respuestas y no más preguntas). Quién me iba a decir que sus respuestas me llevarían a otras mil cuestiones.
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