Punto Y Coma (Part I)
No sabía ni donde estaba, era consciente, pero no podía moverme, no oía, no sentía. Estaba tumbado, o al menos eso me parecía, cada parte de mi cuerpo... (¿Dónde estaban?). No podía siquiera mover un solo dedo (¿Qué me pasaba?). Me costaba pensar, seguía con los ojos cerrados (Debería abrirlos...) Me costó muchísimo este simple gesto, pero poco a poco mis párpados me obedecieron (¡Dios! ¿Qué es esa luz?) Rápidamente cerré los ojos de nuevo. Entonces me reí de mi propia paranoia, pensar que era la luz del final del túnel, ahora sé que en realidad volvía de ella, no hace gracia. Mi cuerpo adormecido continuaba sin responder a mis señales, y un dichoso pitido demolía mis oídos. (Quizás sea cuestión de recuperarlos) Tal y como me enseñaron me esforcé en abrir la boca para liberar presiones. Costó menos que abrir los ojos y ahora no me molestaba esa luz. Poco a poco el pitido fue cambiando de tono en tono, hasta que finalmente, desapareció. ¡Ya oía! Escuché... ¡pip! ¡pip! ¡pip! (¿Más pitidos?) Ya no eran mis oídos, algo los emitía. (¡Ah!) Empecé a sentir un hormigueo en lo que suponía que era uno de mis dedos del pie izquierdo. Se estaba despertando. El cosquilleo siguió un curso ascendente, de pierna en pierna hasta el tórax. Cada vez se hacía más intenso, ya no me gustaba que mi cuerpo despertase tan pronto, empezaba a doler... ¡barbaridades! Nunca antes había sido torturado con semejante maldad, me costaba hasta dar bocanadas de aire, no llegaba a mis pulmones, ¡me asfixiaba! ¡pip! ¡pip! ¡pip! ¡pip! Ese pitido sonaba más fuerte, a intervalos más cortos, perdía el conocimiento, lo perdía, ¡se iba! Me quedaba en blanco, (no puede ser que...)
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